Por Fabio Martínez |
Las nuevas tecnologías virtuales, con sus redes sociales, vienen potenciando la escritura breve. El Twitter (que solo admite 140 caracteres), el Facebook, el Whatsapp y, en general, la internet, pareciera que se hubieran confabulado contra la escritura larga y extensa e hicieran parte del mundo de la velocidad y la brevedad, como lo pronosticó Ítalo Calvino.
De este conjuro mediático donde llevaron la peor parte la crónica, el reportaje, el ensayo y la novela, el aforismo, que es la forma de escritura más breve inventada por el ser humano, se salvó del tsunami virtual y hoy está en pleno auge.
El aforismo es un proverbio o refrán que oscila entre el pensamiento y la poesía, y viene de las culturas antiguas. Los grandes filósofos como Sócrates, Aristóteles y Nietzsche lo cultivaron, logrando decir grandes ideas en unas pocas palabras.
"Sólo hay un bien: el conocimiento. Sólo hay un mal: la ignorancia" dijo Sócrates, a propósito del compromiso que tiene la sociedad de formar a sus jóvenes en la educación y el conocimiento.
"No hace falta un gobierno perfecto; se necesita que sea práctico", escribió Aristóteles para recordarle a los gobernantes que deben abandonar la retórica y ser transformadores de la sociedad.
En medio de su angustia filosófica, Nietzsche exclamó: "¡Casi dos milenios y ni un solo nuevo dios!"
En América Latina, el periodista Daniel Samper Pizano escribió hace unos años un libro profundo y divertido, titulado: Un dinosaurio en un dedal, donde recopila más de 600 aforismos de tres pensadores del continente: el colombiano Nicolás Gómez Dávila, el argentino Franz Moreno y el brasileño Millor Fernades.
El título del libro del periodista colombiano es tomado de Roberto Fontanarrosa, quien definió el aforismo con esta bella metáfora animalista.
El aforismo se metió en los computadores, en las tabletas y en los celulares para quedarse. El problema es que, en la mayoría de casos, los nuevos escritores de aforismos, quizás ignorando la larga tradición de esta bella forma económica de escritura, desaprovechan el espacio virtual para decir estupideces y lanzar insultos y calumnias.
A la ingeniosa antología de Samper Pizano hay que agregarle los siguientes nombres: el poeta bogotano Fredy Yezzed, quien en su libro El diario inédito del filósofo vienés Ludwig Wittgenstein, lanzó estas perlas: "La blasfemia, el insulto: agrietan el aire".
Y esta otra: "El sexo femenino es un codicioso bolsillo que todo lo quiere abrazar, y el sexo masculino, una larga limosna que nunca suelta la moneda".
El escritor pereirano Diego Gil Parra, en su libro El homo litterarius, escribió: "Ante la verdad sólo queda 'callar', y la mentira nos acostumbró a 'enmudecer'. ¿Serán la voz y la letra un privilegio de los necios?"
Y este otro: "Escribir 'sobre' la vida. Escribir 'bajo' la muerte. ¿Cuál es la diferencia?".
Por su parte, el periodista payanés Juan José Saavedra en su libro Abracadabra, anotó: "Los muros del cementerio son un gasto inútil: los que están adentro no pueden salir y los que están afuera no quieren entrar".
Y este otro: "Aviso clasificado: hombre invisible busca mujer transparente para hacer cosas nunca vistas".
Fabio Martínez
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