Monseñor Jaramillo (QEPD) con San Juan Pablo II (QEPD). Foto: Misioneros Javerianos de Yarumal
Por
Jesús Glay Mejía N.
En 1989 fue asesinado en Arauca el obispo de esa región Monseñor Jesús Emilio Jaramillo, sacerdote misionero de Yarumal, quien permaneció en Buenaventura por los años 1957 y 1958, yo era un niño y guardo gratos recuerdos del padre Jesus Emilio, quien fuera vicario de Buenaventura por designación de monseñor Gerardo Valencia Cano y lo reemplazo en su ausencia cuando la Santa Sede designo a monseñor Valencia Superior General de los Misioneros Javerianos de Yarumal, por esa época estudiaba en el colegio Santo Tomas de Aquino de doña Estella Delgado de Navia y tuve el honor de ser preparado para mi primera comunión y confesado por el hoy mártir de la iglesia y beato Jesús Emilio.
Un hombre inteligente y brillante, de carácter recio, respetuoso, muy querido y amable con los feligreses, se distinguió como uno de los oradores sagrados del país, recuerdo cuando dijo su homilía en la primera misa celebrada por el padre Milsiades Marín (ya fallecido), primer sacerdote ordenado en Buenaventura, se refirió a la majestad del mar que compartía la felicidad por la ordenación del primer sacerdote de la región.
Recuerdo cuando el padre Jaramillo estuvo como directivo del episcopado, en sus visitas a Buenaventura siempre se reunía y compartíamos sus historias y enseñanzas, posteriormente fue designado obispo de Arauca en donde por uno de esos errores que ha cometido la guerrilla del ELN, lo asesino, con ello una gran pérdida para quienes fuimos sus amigos, para el país y para la iglesia. Una pérdida que aún sentimos.
Hoy, debe ser motivo de júbilo para Buenaventura su beatificación, camino por nuestra tierra, recorrió sus ríos y junto con monseñor Valencia sembró la semilla del amor y la solidaridad, ahora nuestros aliados en los momentos de reflexión, Con dolor sentimos su ausencia, es un mártir de la iglesia y de la patria, Buenaventura y quienes lo conocimos y tratamos ganamos a un amigo allá en la gloria eterna. Estoy seguro que ese Pacífico que el conoció será también majestuoso y jubiloso cuando el Santo Padre lo beatifique en su visita a Colombia, en la catedral de Villavicencio.
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