Oct 08, 2024

Bienvenido, Francisco: Paula Marcela Moreno Zapata

  • Apr 13, 2015
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Bienvenido, Francisco: Paula Marcela Moreno Zapata

Me emociona la visita del papa Francisco. Y, más allá de porque sea el Papa, es porque es Francisco, ese Francisco que nos genera profunda admiración por imprimirle un nuevo tono al rol de la Iglesia. Él, como latinoamericano, muestra que el poder de la diferencia también penetró la élite eclesial, una de las jerarquías más excluyentes y menos diversas del mundo. Su cuestionamiento permanente sobre la ética y la acción para reducir “las periferias del dolor”, como lo menciona en la carta que anuncia su visita, es por demás refrescante para ir más lejos de la prédica y actuar, para construir una esperanza cierta.

 

Me emocioné más cuando plantearon que el papa Francisco iba a ir a Buenaventura. Más allá que en la Catedral Primada o la Casa de Nariño, los lugares a donde vaya deben ser consistentes con su mensaje de que “hay que forjar la paz desde quienes viven la marginalidad y la pobreza extrema, desde quienes no son incluidos en la sociedad”. El Papa sabe que no es escondiendo ni hablando a distancia de realidades que no se palpan como se va a generar un impulso para la paz; los escenarios reales marcan las dimensiones de los desafíos, y son esas comunidades las que necesitan el mayor aliento y apoyo para lo que viene.

 

Sería un reconocimiento también a esa Iglesia del Pacífico, valiente, militante y comprometida, que ha sido “hospital de campo” en medio del conflicto. La paz pasa por los palafitos y los callejones de madera de Bajamar, en Buenaventura; por esas comunidades de la resistencia que le han perdido el miedo al miedo, incluso expulsando a los actores armados, diciendo: “nos matan a todos, pero no vamos a entregar a nuestros hijos”. Sería histórico que el Papa estuviera con las organizaciones de base, como las Mariposas de Buenaventura, o las redes de jóvenes, como Rostros y Huellas; con los artistas del puerto, que con la alegría y fuerza del Pacífico harían resonar en la Iglesia sus voces a ritmo de marimbas y alabaos, esos mismos que desde la esclavización han sido sus himnos de fe, esperanza y libertad.

 

Pensé: si anuncian que después de Buenaventura va a Toribío o a Santander de Quilichao, ¡mejor dicho! En un país donde recurrentemente algunos mandan el mensaje de que las comunidades indígenas y negras son un estorbo que bloquea el desarrollo del país y que somos los otros, así seamos, entre los que se reconocen y no se reconocen, casi el 30 por ciento de la población. Sería otra forma de mandar un mensaje de que no es aislando, sino integrando un país de diferentes, como se construye la paz, reconociendo que las violencias se perpetúan con los racismos, los elitismos y, en general, todas las formas de exclusión.

 

Pensé: pero si le rinde un homenaje a san Pedro Claver y va a Cartagena, espero que no vaya a la ciudad amurallada sino a La Popa, a Olaya, a El Pozón o a Tierra Bomba, a la Cartagena de san Pedro Claver, esa que siglos después sigue, de otra forma, en la misma negación de la valoración de lo humano, donde la pobreza y negligencia duelen más. Y si al final, como lo hizo en Semana Santa, estuviera con los reclusos en sus celdas en alguna de las múltiples cárceles con condiciones infrahumanas que tenemos, allí valdría mucho preguntarnos en conjunto qué significa dar segundas oportunidades y el perdón profundo y verdadero.

 

Papa Francisco, Usted sabe del poder de lo simbólico, de la importancia de las plataformas de poder para mandar mensajes y tender puentes. Así, muchos de nosotros, por religión o por lo que Usted representa, casi como el único líder global que genera respeto unánime y trasciende, le decimos esperanzados: ¡bienvenido!

 

Paula Moreno

Presidenta Manos Visibles

@manosvisibles