En un mundo donde una globalización uniformadora va arrasando sutilmente con lenguas, tradiciones, comidas y folclores, que un grupo de mujeres afrodescendientes rurales recuperen una tradición agrícola perdida es muy relevante. Pero si a esto le agregamos que ellas han logrado que esa tradición agrícola recuperada se convierta en una empresa rentable y que además sea un fenómeno productivo que del que hoy participan 500 mujeres… es para aplaudir pero de pie.

 

Estamos hablando de la Chiyangua, un grupo de mujeres afrodescendientes rurales del Pacífico Colombiano quienes luego de muchos años lograron recuperar el cultivo en azotea, una forma de cultivar sobre plataformas soportadas en pilotes que esta población desarrolló hace siglos para evitar que se perdieran en inundaciones en una de las zonas más lluviosas del mundo.

 

Esta forma de cultivo que se usaba para plantas medicinales, aromáticas, condimentarías y mágicas ya había pasado al olvido hasta que un grupo de mujeres lideradas por Teófila Betancourt comenzaron a recuperarlo y descubrieron que esta práctica agrícola en esta región olvidada del estado se convirtió además de una forma de economía, en creación de vecindad, seguridad alimentaria, salud y  cultura.

 

Fue entonces cuando la Fundación Acua y el FIDA  apoyaron el proyecto y se generó una sinergia que ha contribuido a llevar este proyecto a ser un fenómeno productivo que abarca 500 mujeres casi todas cabezas de familia.

 

Mientras el mundo se sigue globalizando en una carrera loca donde van desapareciendo lenguas y aumentando los Mc Donalds, estas mujeres son una heroínas que logran que folclore y la cultura sea algo más que una nota en las revistas de agencias de viajes, merecen todo el apoyo que se les pueda dar.

 

En un mundo donde una globalización uniformadora va arrasando sutilmente con lenguas, tradiciones, comidas y folclores, es muy relevante que un grupo de mujeres afrodescendientes rurales recuperen una tradición agrícola perdida (podría ser otra palabra. Por ejemplo; disipada). Pero, si a esto le agregamos que ellas han logrado hacer de esta tradición, una empresa rentable y además un fenómeno productivo del que hoy participan 500 mujeres,  esto es para aplaudir pero de pie.

 

Estamos hablando de Chiyangua, un grupo de mujeres afrodescendientes rurales de Guapi, en el Pacífico Colombiano, quienes luego de muchos años lograron recuperar el cultivo en azoteas.  Una forma de cultivar sobre plataformas soportadas en pilotes, práctica que esta población desarrolló hace siglos para evitar que se perdieran las cosechas en inundaciones por ubicarse en una de las zonas más lluviosas del mundo.

 

Esta forma de cultivo que se usaba para plantas medicinales, aromáticas, condimentarías y mágicas ya había pasado al olvido. Hasta que un grupo de mujeres lideradas por Teófila Betancurt comenzaron a recuperarla y retomaron esta práctica agrícola, en esta región olvidada por el estado, convirtiéndola además, en una forma de economía, en creación de vecindad, seguridad alimentaria, salud y  cultura.

 

Fue entonces cuando la Fundación ACUA y el FIDA  apoyaron el proyecto y se generó una sinergia que lo ha transformado en un fenómeno productivo del cual hacen parte 500 mujeres, casi todas cabezas de familia.

 

Mientras el mundo se sigue globalizando en una carrera loca donde van desapareciendo lenguas y aumentando los Mc Donalds, estas mujeres son unas heroínas que logran que el folclore y la cultura sean algo más que una nota en las revistas de agencias de viajes. Por esto, merecen todo el apoyo que se les pueda dar.

 

Fuente: Fundación Activos Culturales Afro