Por

Jesús Glay Mejía M.S.P:

 

¿Como caracterizar el momento?

 

Vivimos una situación inédita para las generaciones contemporáneas. La coyuntura se caracteriza por el estado de calamidad ante los efectos de la pandemia del COVID-19, muertes y enfermedad, está amenazada la humanidad sin distingos de raza, credo o militancia política, lo que ha llevado a ver lo frágil del Ser en medio de la tecnología y el desarrollo, vencida la sociedad del conocimiento.

 

Se está ante una situación más letal que las guerras, que los gobiernos déspotas, de dominación de los pueblos ya sea por las armas o por desaciertos económicos o los pueblos bajo imposiciones políticas, sin desconocer el daño de la acción de algunos estados como sucedió con la imposición del modelo neoliberal que ha condenado a los pueblos a la pobreza, realidad que es invisibilizada por la misma sociedad.

 

La diferencia está en los efectos inmediatos de la pandemia, la hace más amenazante, más crítica, conduce a los pueblos a la impotencia al perder la posibilidad de escapar a la situación, a la amenaza y el riesgo es global.

 

Dice el sociólogo Alain Tourain: “…lo que ocurre es todo lo contrario de una guerra con una máquina biológica de un lado y del otro personas y grupos sin ideas, sin dirección, sin programa, sin estrategia. Es el silencio.”  Internet. El Pais.com  03.28

 

Las palabras de Touraine son claras, no se trata de una guerra, estamos ante el virus, lo desconocido, crisis que seguramente trasformará el mundo. Los gobiernos se ven afrontados a asumir los riesgos no previstos, la protección social y las medidas para atender a los más pobres, las demandas de la sociedad son de tal magnitud que requieren de la solidaridad, lo que no excluye de la responsabilidad a los Estados.

 

Un acontecimiento de esta naturaleza y magnitud demanda de la sociedad solidaridad, colaboración y participación para afrontarlo y asumirlo, desde conductas individuales como las medidas de aseo y aislamiento social, hasta la cuarentena de grandes masas humanas. Las consecuencias en la economía y el desarrollo de la sociedad afectan a los grupos humanos más vulnerables socialmente, demográficamente a los niños y adultos mayores, en la economía las empresas afectan al empleo, a la productividad, al bienestar social de una comunidad en general.

 

Están las sociedades lideradas por los gobiernos locales ante el reto de asumir la  responsabilidad ético políticas de estructurar  estrategias  programáticas de protección a la sociedad, a los más débiles,  intervención  social, coordinadas por los equipos interdisciplinarios de salud en la atención que va desde las acciones clínicas hasta la prevención, la promoción y la participación ciudadana, esta última  fundamental en esta lucha frontal que deberá realizar el conjunto de la sociedad, solo así será posible asumir la lucha por la vida, por el territorio.  Tarea que dependerá de la prevención y promoción de la salud, del trabajo con la familia, de la coordinación y gestión social lideradas por los alcaldes.

 

El compromiso, más allá de las intensiones.

 

La ciudadanía debe demostrar el compromiso real, de las autoridades coherencia y responsabilidad ético política, pues no hay otra forma de derrotar la incertidumbre, lo desconocido, la muerte que logro vencer a la sociedad del conocimiento, a la globalización, demostrar la fragilidad del desarrollo alcanzado, que le recordó a los humanos lo ajeno y extraño del universo, apropiado   para ser desbastado y deteriorado por sociedades voraces.

 

Pasado el riesgo y regresado a la tranquilidad, las sociedades deberán reflexionar y asumir acciones de conservación del medio, de protección social y de previsión de riesgos, con unas políticas públicas de salud para la vida. Lo cierto hasta ahora lo demostrado es la fragilidad de la sociedad en medio del llamado desarrollo, que olvido el sentido humano de las acciones, esa es la enseñanza que nos deja esta pandemia.

 

Marzo 31 de 2020